Mucho se ha escrito acerca de las distintas formas en que los individuos terminan exiliados en sus organizaciones:congelados, cuando el estilo personal choca con la personalidad de un superior o con la cultura de una organización; consumidos, por la tríada tóxica de una carga de trabajo abrumadora, la incapacidad de ver el impacto positivo del propio trabajo y no poder alcanzar las metas profesionales; mentalmente apartados, por los cambios biológicos o psicológicos que genera una crisis de mediana edad; o quemados, por una incompatibilidad fundamental entre las propias capacidades y los requerimientos del cargo.
El síndrome de cumbre es muy diferente.
Los individuos de alta potencia adoran vencer, dominar nuevas capacidades, incorporar conocimientos y superar marcas previas de excelencia.
Pero el afán de superar sus propios límites tiende a disiparse una vez dominado el nuevo territorio; una identidad construida en torno del efecto galvanizador de enfrentar y superar desafíos intimidantes, pierde su asidero cuando se llega cerca de la cima de la curva de aprendizaje del cargo.
Esto individuos son mas seguros de is mismo y no sufren de la inferioridad narcisista - con su inagotable búsqueda de elogios -que afecta a tantas víctimas de la marginación.
La desorientación en la cumbre es mas profunda para los mas competentes.
Una vez que has detectado que uno de tus mas importantes colaboradores (o varios de ellos) cumplen con las siguientes características, es muy importante que te muevas con velocidad.
Los pasos dados en el momento oportuno pueden permitir no solo evitar y superar el síndrome de la cumbre y preparar los para el próximo paso en sus carreras sino también profundizar su capacidad de liderar.
Detectar el síndrome.
Este se desarrolla en tres fases.
La primera es la aproximación a la cumbre de un trabajo: cuando una persona habiendo ya dominado la mayoría de los desafíos del cargo, se acerca a la destreza máxima.
La segunda fase es la meseta: cuando la cumbre ha sido alcanzada y el individuo superó prácticamente todos los desafíos.
La tercera fase es el descenso. Es la etapa terminal del síndrome, cuando el desempeño laboral de un lider comienza a deteriorarse notoriamente, disparando un declive acelerado.
Fase I.
Tras la intensa y excitante experiencia de adquirir nuevos conocimientos y crecer para asumir los desafíos de una nueva posición, avistar la cumbre provoca un cambio. Los ejecutivos estrella tienen baja tolerancia al aburrimiento.
Fase II.
En ausencia de nuevos desafíos o una nueva función, el síndrome avanzará is no se presta atención a los sintomas iniciales.
El entusiasmo por el trabajo empieza a desvanecerse. Se siente cada vez mas desorientado e inseguro de como proceder. Es probable que se tomen decisiones precipitadas con tal de escapar de la incomodidad.
Fase III.
Esta es la caída.
Son comunes el auto sabotaje profesional y los problemas de salud vinculados al estrés. El típico final infeliz: un cambio radical decidido por la razones equivocadas, un destino lateral o una degradación forzada.
La lección es dura: si el síndrome se detecta temprano, la preparación para la siguiente ascensión es clara y simple. Pero is se enfrente después de que las cosas comienzan a deteriorarse, o cuando el desempeño comenzó claramente a declinar o la persona ya salto por la borda, se necesita mucho mas para reparar el daño al prestigio, a las relaciones y al bienestar personal.
Cuando importante es estar al pendiente
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